La lucha ancestral de una ciudad
Contenido de está página:
1. Antecedentes
2. Motivo de las inundaciones
- 2.1. Situación y altitud
- 2.2. Los meandros
- 2.3. La marea
- 2.4. Llanura aluvial de un río torrencial
- 2.5. Mayor incidencia de crecidas. Arroyos y afluentes
- 2.6. El temido caudal
3. Aspectos comunes en las inundaciones y medidas organizativas
4. Las grandes avenidas que inundaron Sevilla
Imagen E1. Crecida del Guadalquivir de 1947, la Torre del Oro y el Puente de Hierro.
Aunque ya no nos acordamos de las grandes inundaciones, la última que afectó seriamente a la ciudad sucedió hace más de 60 años, debemos de recordar que condicionaron siempre la vida de los sevillanos. Las crecidas o avenidas del Guadalquivir, han provocado en nuestra ciudad repetidas y graves inundaciones, muchas de ellas catastróficas, que han representando históricamente una amenaza constante.
Conocer la evolución y la magnitud de los profundos cambios naturales que el Guadalquivir ha provocado en su entorno, ayuda a comprender la lucha que Sevilla ha mantenido siempre con su río.
“El Betis, río y rey tan absoluto,
que da leyes al mar, y no tributo”
Luis de Góngora, 1590
La evolución del Guadalquivir y el origen de la ciudad, determina gran parte de lo que vamos a tratar.
Plano P1. Evolución del Bajo Guadalquivir dibujado en un mapa actual. De izquierda a derecha:
(A) Golfo Tartésico
(B) Lacus Ligustinus o Ligur
(C) Marismas del Guadalquivir, distancias en línea recta entre poblaciones actuales.
- Evolución del curso bajo del Guadalquivir y origen de la ciudad
Una ciudad que emergió del fondo marino*. Hace 6.000 años, el Guadalquivir desembocaba más al norte y el lugar donde se localiza la ciudad estaba cubierto por el mar, en el Golfo Tartésico (P1-A). El Aljarafe y los Alcores formaban parte del litoral.
El arrastre del río y la sedimentación en el Estrecho de Caura (entre Coria del Río y Dos Hermanas), determinó un nuevo delta y desembocadura del río, incorporando el norte del Golfo Tartésico al régimen del Guadalquivir.
Bajo la influencia fluvial se conformó el Lacus Ligustinus o Ligur (P1-B), entre los terrenos más elevados del Aljarafe y los Alcores. Este lago se iría colmatando por la erosión y arrastre del río, y en una de las islas que fueron emergiendo, se estableció la Spal o Ispal tartésica en el siglo VIII a.C. Con la llegada de los romanos (206 a.C.), Ispal se latinizaría Hispalis, situadas por tanto en la desembocadura del río.
El cierre del resto del Golfo Tartésico por la barrera litoral de de Doñana, su colmatación y transformación durante siglos en las marismas del Guadalquivir, terminaron por distanciar la ciudad del mar, con la actual desembocadura del Guadalquivir en Sanlúcar de Barrameda (P1-C)
* Para completar esta información, ver página "Formación del Bajo Guadalquivir".
E2. Restos de la muralla con su barbacana o antemuro, que se conservan en La Macarena.
La navegabilidad del río y el interés por mantenerla, ha permitido que Sevilla sea la única ciudad de interior del país con puerto, a pesar de los 124km de navegación que la separaban del mar**. Este interés está justificado, la ciudad debe a su río sus épocas más gloriosas o de mayor esplendor, sobre todo la Sevilla castellana del siglo XVI, una de las ciudades más importantes de su tiempo.
** La distancia al mar se ha reducido a 79km de navegación, de la desembocadura al puerto de Sevilla, después de 200 años de obras en el cauce del Guadalquivir (1794 a 1982).
Para conocer estas grandes obras, ver la página "Obra hidráulica de defensa".
- La protección de la muralla
Estos beneficios que el río nos otorgó, siempre se acompañó de los desastres de sus grandes avenidas. La antigua muralla de origen romano, extendida por los árabes, durante siglos fue la única protección de la ciudad frente a las crecidas del río, dando refugio a la población entre sus muros.
Con el afán de modernización y otras motivaciones, en la segunda mitad del siglo XIX se derribó la mayor parte de la muralla, y toda la ciudad quedó expuesta, precisamente en el peor ciclo en frecuencia y magnitud de las riadas.
El derribo representó una gran pérdida patrimonial, pero como defensa frente a las avenidas, con el incremento poblacional y la gran expansión extramuros de la ciudad en el siglo XX, había que buscar otras formas de defensa para cubrir las zonas desprotegidas y nuevos barrios.
Para conocer más datos de la muralla y su derribo, ir a la página "Muralla y Puertas de Sevilla".
E3. Fotografías de la Torre del Oro y el Muelle de la Sal. Arriba en 1892 y 1924. Abajo, durante y después de la inundación de 1947.
Intervienen múltiples factores. La mayoría derivan de las características del Guadalquivir y topografía de la ciudad, a los que se añade la intervención humana por la ocupación progresiva de la llanura aluvial y destrucción de los bosques protectores de su ribera.
- 2.1. Situación y altitud de la ciudad
Sevilla se encuentra en el Valle del Guadalquivir, que como hemos visto, se estrecha al sur de la ciudad en la salida del río a las marismas en Coria.
También por su origen, la altura media de la ciudad es sólo de 7 metros respecto al nivel del mar. De los 4 metros de la Alameda de Hércules, la zona más baja, a los 12 metros de la pequeña franja del centro histórico donde asentaron Spal e Hispalis. Pero la mayor parte de la ciudad se encuentra en la cota de los 6 metros, altura superada con frecuencia por las crecidas.
La situación y altura de la ciudad, la hacen muy vulnerable a las crecidas del río, pero, hay otros determinantes.
E4. Pintura anónima de 1760 de la Casa Consistorial que muestra los brazos y la maraña de meandros del antiguo Guadalquivir en su recorrido al mar desde Sevilla. www.patrimoniumhispalense.com
- 2.2. Los meandros
El Guadalquivir, a la salida de Sevilla en la Punta del Verde, ya se encuentra prácticamente al nivel del mar, en su largo recorrido por la planicie de las marismas hasta la costa. La falta de pendiente, reduce la velocidad del agua y favorece la formación de meandros, curvas que aumentan la tortuosidad y longitud del río (E4).
Con el tiempo, la profundidad de estos meandros disminuye por la sedimentación en la zona de menor velocidad de paso, representando un obstáculo para la navegación y para la evacuación del agua hacia el mar, facilitando los desbordamientos. Por este motivo, las actuaciones sobre los meandros siempre se catalogaron conjuntamente como "obra hidráulica de navegación y de defensa de la ciudad".
Los numerosos meandros próximos a la ciudad y en las marismas, eran un riesgo constante en las crecidas del río, y actuar sobre ellos un objetivo esencial para prevenir las inundaciones (E4, P3).
- 2.3. La marea
La falta de pendiente también determina que el río esté muy influenciado por la marea, con una carrera media de 2m en Sevilla a pesar de la distancia, asegurando por otro lado un remanente de agua necesario para la navegación. En condiciones habituales de caudal, y por la nula pendiente, es difícil apreciar corriente que fluya hacia el mar, es más bien este último el que penetra más arriba de Sevilla cuando sube la marea.
El estrechamiento del valle entre Coria del Rio y Dos Hermanas, con participación de la marea, ejerce un efecto de embudo en la salida del río a las marismas, incrementando la posibilidad de desbordamientos y la magnitud de los mismos.
La marea impone su corriente ascendente y ejerce de tapón en este estrecho próximo a la ciudad, lo que impide el drenaje del agua a las marismas y eleva la altura de la lámina de agua en las inmediaciones de Sevilla. Esta oposición de la marea, sólo es vencida cuando el río alcanza el caudal y altura de las grandes avenidas (>5.000m3/s).
P2. Referencias geológicas y relación del río y su llanura aluvial con la ciudad. Esquema del desplazamiento del antiguo cauce del Guadalquivir, localización de Hispalis entre las terrazas fluviales del Guadalquivir y el Tagarete, y extensión posterior de la muralla ocupando la llanura aluvial.
A partir de un gráfico de F. Borja modificado.
- 2.4. En la llanura aluvial de un río torrencial
La mayor parte de Sevilla se construyó a orillas del Guadalquivir, ocupando su vega de inundación e incluso su antiguo cauce, al que parece querer dirigirse siempre el río cuando viene crecido.
Porque, en tiempo de Spal y de Hispalis, el cauce del río se situaba más al este, en mitad de lo que conocemos como casco antiguo amurallado de la ciudad, y tras grandes avenidas se trasladó al oeste entre los siglos X–XI (P2), en la época califal o almorávide. Los árabes tras el traslado, extendieron y aproximaron la muralla al nuevo cauce para proteger la ciudad del río y la cada vez más insistente amenaza de los castellanos. En ese afán, los almohades no pararon de construir hasta la reconquista. Una de esas construcciones (o reconstrucción), fue el Castillo de Gabir en la orilla derecha y el Puente de Barcas que lo comunicaba con la ciudad, creciendo el arrabal de Triana.
Excepto la pequeña franja elevada de las terrazas fluviales, toda la expansión de la ciudad hacia el norte y el oeste en la orilla izquierda, y de Triana en la orilla derecha, se realizó invadiendo la llanura aluvial del Guadalquivir (P2).
Los antiguos cauces del río y los arroyos, marcan las zonas más bajas de la ciudad.
E6. Barco varado en el muelle tras la inundación de 1947. La Torre del oro bañada por el río.
- 2.5. Zona de mayor incidencia de crecidas del Guadalquivir. Los arroyos y afluentes más próximos a la ciudad
Las crecidas del Guadalquivir son las propias de su régimen pluvial subtropical, y Sevilla se encuentra en la zona de mayor incidencia.
A los afluentes de Sierra Morena y el Sistema Bético del alto y medio Guadalquivir, cerca de la ciudad se suma por la orilla derecha el río Rivera de Huelva, desde la Sierra de Aracena (Sierra Morena), y por la orilla izquierda los más próximos a la ciudad: el río Guadaira procedente del extremo occidental de la Bética, y los arroyos de los Alcores de menor recorrido (P3), Tagarete y Tamarguillo.
Las crecidas que se generan río arriba dependientes de los afluentes de Sierra Morena (mariánicas), son rápidas por su menor recorrido, y las dependientes del Sistema Bético (béticas), más predecibles porque tardan más en llegar. Naturalmente, provocan los mismos efectos en la ciudad y pueden coincidir (crecidas mixtas).
Las crecidas más rápidas que se generan en los afluentes del Bajo Guadalquivir del entorno de la ciudad, son las del Rivera de Huelva por su pendiente, y las de los arroyos de los Alcores por su proximidad.
P3. Esquema de los ríos y arroyos que rodeaban la ciudad en el siglo XVII, cauces naturales o históricos.
Sevilla representada por la muralla almohade.
Estos arroyos y afluentes que desembocaban cerca de la ciudad, el río Guadaira y los arroyos Tamarguillo-Ranillas y Tagarete-Miraflores (P3), han generado graves inundaciones en Sevilla y participaban con frecuencia en las crecidas del Guadalquivir.
Aunque habitualmente llevan muy poco caudal, en épocas de lluvia conducen a veces masas torrenciales de agua que se desbordan de su cauce, ocupando su vega de inundación y la ciudad. Especialmente el Tagarete, incursión urbana del arroyo Miraflores, que cruzaba los arrabales del este y desembocaba pegado a la muralla al lado de la Torre del Oro, o el Tamarguillo, el tramo urbano del Ranillas, que desembocaba un poco más al sur en la curva de los Gordales, pero también el río Guadaira, que aunque desembocaba más al sur, afectaba también al casco urbano por la magnitud de sus crecidas.
Sirvan de ejemplo las inundaciones de 1948 y 1961 por las numerosas imágenes existentes, ilustrativas de la invasión y capacidad destructiva de estos arroyos en sus crecidas (E5).
Actuar sobre los arroyos de los Alcores y el río Guadaira, era otro objetivo necesario en la lucha contra las inundaciones, con múltiples obras para desviar sus cauces.
E5. Heliópolis y el campo del Betis en 1948 tras el desbordamiento del Tamarguillo.
- 2.6. El temido caudal
El caudal de un río, volumen de agua por unidad de tiempo, viene determinado por el aporte que recibe de sus afluentes. Hablamos de crecidas cuando el caudal aumenta por encima de sus valores habituales, y dependiendo de su intensidad pueden desbordar la capacidad de su cauce y generar importantes cambios en el río y su entorno.
El régimen pluvial del Guadalquivir, determina que las crecidas tengan lugar habitualmente de noviembre a marzo, época de lluvia y deshielo, y que su caudal sea muy variable a lo largo del año, con estiajes que no llegan a los 10m³/s (antes de la regulación), y unos impresionantes márgenes de crecida entre 1.500m³/s y más de 9.000m3/s. Su caudal modular en Sevilla es de 185 m³/s.
Cuando a la altura de Sevilla el caudal del Guadalquivir se elevaba por encima de los 900-1.000m3/s (estado de bankfull), el agua se empezaba a desbordar de su cauce menor, ocupando el cauce mayor o vega de inundación. Con 3.000m³/s, los llamados "bujarretes", el río ya tenía problemas para evacuar el agua a las marismas, ocupando cauces antiguos de la vega, los llamados "ríos viejos" o "madre vieja", y elevaba su altura afectando la periferia del casco urbano: pastos, cultivos, ganado, e industrias próximas a la ciudad. Cuando el caudal llegaba a los 4.000m³/s, la altura y propagación del agua ya provocaba daños graves que afectaban al casco urbano, y con 6.000m³/s el río ya alcanzaba los 7m de altura ocupando la mayor parte de la ciudad. Y así progresivamente, a mayor caudal, mayor altura de lámina de agua y daños. Las grandes avenidas de finales del siglo XIX, sobrepasaron los 9 metros de altura del agua.
E7. En muchos sitios de Sevilla se recuerda los niveles que alcanzó el agua en las inundaciones, como en la Torre del Oro o en azulejos de casas próximas a la calle Betis y la Alameda de Hércules, zonas siempre muy afectadas. Estos niveles se anotaban antiguamente en la Puerta del Arenal, hasta su desaparición en 1864. La última imagen de la derecha es un azulejo de la calle Tomás de Ibarra, indicaba la entrada al Hospital de la Santísima Caridad cuando no era posible usar la principal por el agua.
Las crecidas se han presentado recurrentemente a lo largo de la historia, pero no son predecibles a medio y largo plazo. Con la experiencia acumulada, desde que se tienen datos de la lluvia y caudal del río, es posible calcular la probabilidad del tiempo de retorno o de recurrencia para un determinado caudal, y realizar mapas de riesgo de inundaciones de una zona concreta.
Tablas muy difundidas, similares a la que incluimos más abajo (P4), que relacionan el caudal con la altura del agua de anteriores inundaciones, tienen sólo un valor histórico orientativo para considerar los daños que se podrían ocasionar actualmente. Intervienen múltiples factores que pueden variar sensiblemente los daños, como las obras de contención realizadas y su mantenimiento, las modificaciones y condiciones del cauce, o las nuevas construcciones y cambios de la llanura aluvial.
Para obtener información sobre el caudal y otras variables, es más recomendable consultar las mediciones de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Con las nuevas tecnologías las variaciones de caudal prácticamente se conocen en el momento que se producen, y los mapas de riesgo que se elaboran para el área son públicos y se pueden consultar "online".
P4. Valores aproximados del caudal y su relación con el tiempo de retorno y la altura alcanzada del agua en las avenidas del Guadalquivir en las inmediaciones de Sevilla.
Hay que tener en cuenta las profundas obras realizadas en el cauce del río y el muro de defensa que protege la ciudad en la cota de los 12m.
- Efectos frecuentes en la ciudad
Salvo que se vieran involucrados los arroyos de los Alcores o el río Guadaira, que inundaban antes los arrabales del sur y del este, las inundaciones por las crecidas del Guadalquivir afectaban primero especialmente a los arrabales del Arenal y Triana, y dependiendo de la magnitud y altura del agua, se propagaba al resto de arrabales, o al casco urbano si fallaba la muralla o alguna de sus puertas. Aunque los efectos en los arrabales podían ser por sí mismos catastróficos, los mayores desastres ocurrieron cuando el frente de la crecida derribó algún tramo de la muralla, entrando el agua libremente en la ciudad, sumando efectos y víctimas. Cuando se presentaba con tal intensidad, los daños en los arrabales solían ser además extremos.
Por otro lado, aunque la muralla cumpliera su misión, las zonas más bajas de la ciudad como la Alameda de Hércules, siempre se inundaban (E9), por infiltraciones del terreno, por la propia lluvia que caía en el interior de la ciudad cerrada, o si existía alguna entrada de agua inesperada en cualquier punto del recinto amurallado.
Para evitar esto último, las puertas de la ciudad disponían de unas guías metálicas (todavía visibles en el Postigo del Aceite), donde se introducían tablones de madera que se calafateaban con brea para su impermeabilización. Los desagües o husillos, que vertían al río, también se taponaban antes de que el agua de la crecida alcanzara la altura de salida de los sumideros, para evitar el reflujo y emanación por la mayor altura del agua en el exterior.
Entendiendo que todas estas medidas fueron evolucionando con el tiempo, las autoridades nombraban cuadrillas de vigilancia adiestradas en el calafateado y reparación de las puertas de la ciudad y los husillos públicos (E8). Durante la crecida, una junta administrativa y de expertos, analizaba los informes de las cuadrillas de vigilancia y determinaba los puntos críticos y reparaciones urgentes que se debían realizar. Para estas reparaciones se utilizaban piedras, estiércol, tablas, estacas, y colchones para los husillos, que se recopilaban y almacenaban antes para la emergencia, o a veces por la premura tenían que aportar los propios vecinos afectados. En las grandes avenidas, estas reparaciones fueron en ocasiones épicas, a la desesperada y con el agua a considerable altura.
E8. Izquierda, instrucciones de socorro en el río de 1773. A la derecha, informe de un capataz de husillos de 1892. Archivos históricos del Ayuntamiento.
Tras la avenida, los daños en las contenciones tenían que ser reparados en previsión de la siguiente acometida, incluyendo el puente de Barcas, porque sus daños dejaba incomunicadas a Triana y La Cartuja. Una mención especial de esas reparaciones merece el vértice noroeste de la muralla entre la puerta de la Almenilla y la de San Juan. Con las puertas del Arenal, son las que más frecuentemente sufrían daños.
La Puerta de la Almenilla o de la Barqueta, por donde discurría el antiguo cauce del río de la época romana, era el primer contacto del frente de la crecida con la ciudad, y la zona que más preocupó siempre a asistentes y mandatarios sevillanos. El río alcanza en este punto su mayor profundidad por la erosión, socavando insistentemente el terreno extramuros con riesgo de claudicar y exponer los cimientos de la muralla. Por eso se realizaron numerosas obras de defensa en esta margen del río; como rellenos (por ejemplo se hundían barcas repletas de materiales), espigones, o diques como el Patín de las Damas. La muralla entre la Almenilla y San Juan, se reforzó y dotó de 12 torres más próximas y de base circular. La puerta de la Almenilla, reconstruida con frecuencia, era más robusta y conservó su disposición en recodo, se elevó y se le proporcionó de múltiples defensas en su entorno, como antemuros y murallas exteriores e interiores.
La preocupación por este tramo del río, siempre existió, incluso con la Corta de la Vega de Triana y la Dársena inicial. No se resolvió hasta la Corta de La Cartuja, que alejó el cauce vivo de la ciudad y permitió incorporar el brazo de San Jerónimo a la Dársena.
También era frecuente la pérdida de almacenes y del ganado de Tablada y en las marismas. Así como los destorzos de barcos atracados, que se hundían o se los llevaba la corriente río abajo. Muchas veces quedaban varados encima de los muelles, imagen clásica de las fotografías de avenidas del siglo XIX-XX.
Tras la sustitución del puente de Barcas a mediados del siglo XIX, el Puente de Triana seguiría sufriendo la erosión y el arrastre de las crecidas, pero aguantó las mayores avenidas. Para poder acceder al puente, se utilizaban plataformas elevadas con borriquetes y a veces por el riesgo, se prohibía el tránsito, dejando a Triana incomunicada.
En la primera mitad del siglo XX, también se vieron expuestos a las crecidas del río, el puente de Tablas, de Alfonso XII, de Alfonso XIII y de San Telmo. En la Dársena actual sólo quedan el Puente de Triana y el de San Telmo.
También había que tener controlados los cambios y construcciones en la vega de inundación, podían obstaculizar la evacuación del agua o desviar su trayecto con consecuencias catastróficas, como pudo ocurrir tras las construcciones de las vías elevadas ferroviarias.
E9. La Alameda de Hércules. Izquierda en 1947. Superior derecha en 1936. Inferior derecha también de 1947.
- Efectos en la población
Tras el esplendor del siglo XVI, vendría la decadencia y las calamidades que acompañaron a los siglos XVII y XVIII, que llevaron al hundimiento económico, el predominio de una población marginal, pobreza, insalubridad y hambruna. Parte importante de esas calamidades fueron la pérdida del comercio con América y las repetidas inundaciones que empeoraron una y otra vez la situación, anclando el desarrollo de la ciudad. En muchas ocasiones coincidieron varias crecidas en un mismo año, como las cinco de 1829, o las seis de 1895, y series de una o más inundaciones durante varios años seguidos.
Es importante resaltar la precariedad de la población en el mayor ciclo de avenidas, porque afectaban sobre todo a los más pobres, los que vivían en los arrabales, destruyendo sus viviendas y dejando numerosas víctimas directas por ahogamiento y derribos, y lo peor se manifestaba muchas veces después. Con cosechas y almacenes perdidos, sin ganado y sin trabajo en general, la escasez y la hambruna en los arrabales se perpetuaba inundación tras inundación. Muchos vivían hacinados en las viviendas o en instituciones de caridad, con una gran insalubridad por la humedad, los estancamientos del agua, o el abandono de animales muertos, en definitiva, una situación que generaba graves epidemias, que frecuentemente se cobraban más vidas que las ocasionadas por la propia crecida. El Hospital de Las Cinco Llagas o de la Sangre, fundado por Catalina Ribera en 1500 (actual Parlamento de Andalucía), y el Hospital de la Caridad a partir del siglo XVII, tuvieron un papel heróico en este sentido.
E10. La calle Betis tras la avenida de 1892, vista desde el Puente de Triana, y fotografía coloreada de 1904, más o menos desde el mismo lugar.
Cuando llovía con intensidad, la incertidumbre se apoderaba de los trianeros, vivían con un ojo puesto en el cielo y el otro en el río. Si el Guadalquivir crecía (E10, E11), se quedaban muchas veces aislados, con el puente de Barcas intransitable, desaparecido o destruido, y tenían que ser asistidos con embarcaciones, lo que suponía un riesgo por la corriente. Los que sobrevivían a la primera embestida del agua, se quedaban atrapados en la parte alta de las casas, o en los tejados y azoteas, esperando la ayuda y abastecimiento de las barcas. Cuando les daba tiempo y lograban salir de sus casas, buscaban refugio en la iglesia un poco más elevada de Santa Ana, aunque a veces también se inundaba. Con los monjes del Monasterio de la Cartuja ocurría lo mismo, tenían que ser rescatados.
Para la población del centro histórico y los arrabales próximos al mismo, también se preparaban barcas y carromatos para el rescate o primeros auxilios.
Otra característica común en las avenidas, que algunos años los mandatarios lograron evitar, era la especulación con alimentos y productos de primera necesidad como el pan, alejado de las posibilidades de los que más lo necesitaban. En este sentido, y a pesar de sus propias carencias, los numerosos conventos y monasterio de las instituciones eclesiásticas, tuvieron una labor esencial durante las inundaciones. Pero en el siglo XVIII, muchos desaparecieron con las desamortizaciones, y el Consistorio tuvo que hacerse cargo a pesar de su maltrecha economía. Debía responder a la demanda de jornaleros de la provincia que se trasladaban a la ciudad solicitando cobijo, alimento y trabajo, inexistente salvo para reparar destrozos. Para atender a los gastos y estas situaciones que se generaban, se organizaron una serie de medidas para la previsión de fondos y la distribución de ayudas, como impuestos, donaciones, préstamos, y la contribución de la Hermandad de la Caridad y las Juntas Parroquiales de Beneficencia, a las que se encargó la distribución del pan y el encauzamiento de los fondos de socorro y ayuda de los más necesitados.
Todas estas medidas organizativas, de adiestramiento, provisión de materiales, cadenas de asistencia y de distribución de las ayudas, o la divulgación de medidas de socorro y de prevención de epidemias, es muy probable que fueran pioneras en la atención ante las catástrofes, al menos en las relacionadas con inundaciones.
E11. El Puente de Triana en 1892, vista desde el Paseo de Colón con Triana inundada al fondo.
De las grandes avenidas del Guadalquivir en Sevilla, sólo se dispone de algunas referencias a partir del siglo XI, y si hablamos de documentación directa de los afectados, nos tendríamos que ir al siglo XVI.
Con los datos disponibles a partir del siglo XVI, los ciclos más frecuentes e intensos de avenidas han tenido lugar desde mediados del siglo XVIII a mediados del siglo XX, con su pico de máxima incidencia en el XIX (P5).
P5. Frecuencia relativa del número de avenidas correspondientes al tramo bajo del Guadalquivir durante los siglos XVI-XX.
a = Menor frecuencia de avenidas, b = Mayor frecuencia de avenidas.
"El impacto de las infraestructuras de la ciudad de Sevilla, sobre el paisaje fluvial del río Guadalquivir. B. García Martínez, 2006.
- Avenidas anteriores al siglo XV:
Existen referencias de grandes avenidas del Guadalquivir en el siglo VIII, como las que motivaron la reconstrucción del puente romano de Córdoba en 719 y 788, pero hasta el siglo XI no hay datos de sus efectos en Sevilla.
No existen dudas de que avenidas anteriores afectaran a la ciudad, de hecho en los estudios arqueológicos, la muralla romana del lado del río era más robusta, pero recordemos que Hispalis estaba situada en las terrazas fluviales, en la cota de los 12m, y aunque existieron discretas ampliciones de la muralla, la gran ampliación ocupando extensamente la llanura aluvial, tuvo lugar entre los siglos XI-XII.
De las referencias más antiguas, existen datos de: 1011, 1168, 1200, 1297, 1302, 1330, 1353, 1373-74, o 1383.
En 1011, la primera datada conocida, con "varios millares de víctimas"*. De la avenida de 1168, aunque no nos ha llegado el relato de sus contemporáneos, por su descripción puede haber sido la mayor avenida y con peores daños que ha sufrido la ciudad, con la destrucción de gran parte de la muralla, reconstruida por el califa almohade Abu Yacub Yusuf (Yusuf I, 1138-1184), artífice además de la construcción de los muelles y el puente de Barcas. El desastre fue muy renombrado durante siglos. Según crónicas escritas tres siglos después**, murieron 63.000 personas y sólo quedaron en pie "las casas más fuertes" y la zona más alta de la ciudad, quedando aislado San Isidoro y San Román-Santa Catalina, lo que supone una cota de inundación entre 11 y 12m, si verdaderamente ocurrió así y no se amplificaron sus efectos con los siglos.
Otra avenida en el año 1200 derribó 6.000 casas y dejó más de 700 cadáveres en los arenales según Sahibasala, historiador de monarcas almohades, y de nuevo tuvo que ser reconstruida parte de la muralla, dentro de las continuas reconstrucciones de la época.
Ya con la reconquista de Sevilla, tras la avenida de 1297, los monarcas Sancho IV y María de Molina, otorgaron a la ciudad los fondos necesarios para limpiar y profundizar el canal de la Vega de Triana, para facilitar el desagüe en las crecidas como hicían árabes y visigodos. En 1302, al desastre de la avenida se le sumó una gran epidemia***. En 1330 y 1353 el agua llegó a gran altura en la muralla. La de 1383, se siguió de una de las peores epidemias de peste, con muchas víctimas, y decidió la construcción de tajamares de contención y espigones para proteger la zona de la Puerta de la Almenilla, porque el agua del río ya prácticamente batía en la muralla.
* Luis de Alarcón y de la Lastra, "El río de Sevilla y sus problemas a traves de la historia", 1952.
** Pedro Carrillo de Huete y Lope de Barrientos, "Crónica del Halconero", 1420-1450.
*** Diego Ortiz de Zúñiga, "Annales Eclesiásticos y Seculares de la muy Noble y muy Leal Ciudad de Sevilla, Metrópoli de Andalucía", 1677. Obra recopilatoria del historiador sevillano de los acontecimientos de la ciudad de 1246 a 1671.
E12. La Sevilla del siglo XVI de Arturo Redondo, 2015. Detalle de la muralla sur y desembocadura del Tagarete, y recreación de una inundación intramuros en el Postigo del Aceite. arturoredondo.blogspot.com
- Siglo XV:
Años: 1403, 1434-35, 1481, 1485, o 1488.
En 1403 el agua entró por una brecha en la muralla noroeste y las puertas de la Almenilla y el Arenal, e inundó casi toda la ciudad (Ortiz de Zúñiga). En 1434-35 no dejó de llover de noviembre a marzo y el agua cercó la ciudad a considerable altura durante días, con campos y almacenes anegados y fallecidos por inanición. Inundó Triana y desprendió el puente de Barcas. La de 1485 también sitió la ciudad y provocó enormes destrozos en los arrabales, con grandes pérdidas en Triana y en el Monasterio de La Cartuja, y la habitual hambruna posterior.
- Siglo XVI:
Años: 1507, 1522, 1523, 1544, 1545, 1554, 1590, 1592-93, 1595, 1596.
El 22 de enero de 1545, además de las pérdidas del Arenal y de numerosas reses de Tablada, el puente quedó destrozado, y se derribaron 200 casas en Triana, pérdidas que se vuelven a repetir de forma similar en 1554. Destaca por su magnitud la de 1593, y aunque es muy probable que el puente de Barcas se destruyera otras veces, hay referencias de 1507, 1545 y de 1554.
- Siglo XVII:
En el XVII tuvieron lugar 22 avenidas, las más nombradas en los años: 1603-1604, 1608, 1618, 1626, 1633, 1642, 1649, 1683-1684, 1691-92, o 1697.
Destacan inundaciones como las de 1603-04, del 20 de diciembre al 4 de enero, con numerosos derribos de casas y fallecidos, pérdidas de ganado y de buques varados en el puerto.
La de enero y febrero de 1626, el "año del diluvio" que afectó a todo el país, fue desastrosa y con "incalculables pérdidas". Rompió la Puerta del Arenal y anegó la mayor parte de la ciudad, de la Puerta de Jerez a la Macarena, y todos los arrabales incluidos los del este. Según los Anales de Ortiz de Zúñiga con 3.000 casas destruidas. Se tuvieron que realizar obras en la zona de la Almenilla elevando considerablemente la torre, cambiando la fisonomía del lugar.
La de septiembre de 1633 fue la de inicio más temprano. La de enero de 1642, fue todavía más prolongada que la de 1626, pero las defensas aguantaron y la ciudad quedó cercada de agua, con Triana aislada por la destrucción del puente de Barcas.
La del 4 de abril de 1649, con la hambruna posterior, el hacinamiento y las calles anegadas, coincidió y agravó la expansión por los arrabales de la peor epidemia de peste negra que sufrió Sevilla, acabando drásticamente con cerca de la mitad de su población, estimada entonces en 120.000 a 130.000 habitantes, la ciudad más poblada del país en aquella época. La cifra de habitantes y fallecidos es variable según la fuente que se consulte porque no existen registros.
También fue importante la crecida de 1684 después de 35 años sin avenidas de mención, no paró de llover en varios meses y superó a la gran avenida de 1626, con innumerables pérdidas, nuevamente afectó a la Almenilla. La de 1692 fue de similar factura, y la de mayo de 1697 la más tardía.
El puente de Barcas se destruyó al menos en 1603, 1608 y 1642.
E13. Grabado del siglo XVII. Simon Wynhoutsz de Vries, 1617. The British Library, London.
Se puede ver a la izquierda el islote frente a la Cartuja que se llevaría la avenida de 1796, el Arenal y el vulnerable puente de Barcas.
- Siglo XVIII:
Años: 1707-08, 1709, 1731, 1736, 1739, 1740, 1745, 1750-51, 1751-52, 1758, 1777-78, 1783-84, 1786, 1787, 1792, 1795, 1796, 1800.
En este siglo hay un ascenso progresivo del número de avenidas y magnitud de las mismas.
Son muy destacables las avenidas de 1784, 1792 y 1796, una de las mayores conocidas, y las de 1709 y 1736 porque se siguieron de nuevas epidemias.
En las de 1707-08, el agua batió en varias ocasiones las puertas de la ciudad cerrada. De principios de diciembre a marzo hubo múltiples avenidas, las mayores en enero y febrero, y hasta junio persistieron terrenos inundados. Con derribos de casas y fallecidos, se siguió de una gran carestía y hambruna, agravada por la avenida del año siguiente (1709), y posteriores epidemias. En 1736, también se vivieron varias crecidas del río. La de 1758 con participación del Tagarete, inundó el arrabal del este y obligó a restaurar la muralla norte de urgencia, trabajos que se tuvieron que rematar posteriormente. Entre 1773 y 1779, se siguieron múltiples propuestas y obras entre las puertas de la Almenilla y de San Juan porque el agua batía ya próxima a los cimientos de la muralla. Estos trabajos no fueron efectivos, hasta la construcción de un dique en sierra paralelo a la muralla ganando terreno al río, el Patín de las Damas.
La de 1783-84 (entre diciembre y enero), fue la mayor conocida hasta esa fecha, nefasta por sus destrozos y pérdida de vidas en los arrabales. Se llevó gran parte del malecón de la calle Betis, el puente y los barcos atracados, que desaparecieron o se los llevó la corriente río abajo, con peligrosos rescates en Triana, y de nuevo en La Cartuja. Reventaron varios husillos y obligó a reparar después la zona de la Barqueta y la muralla norte, y a la construcción del murallón actual y los muelles de la calle Betis, obra que se alargaría hasta el siglo XIX. En la de 1787, que también fue importante pero inferior a la gran avenida de 1784, hubo que proteger con improvisadas filas de estacas y cajones de piedras otra vez las márgenes del río del norte de la ciudad y de la calle Betis, que seguía en obras. En 1792, se perdieron más de 5.000 cabezas de ganado en las islas río abajo, y el arrastre de la corriente se llevó parte del islote de la Cartuja. La crecida de 1795, precedida por la del Guadaira, ocurrió tras la inauguración ese mismo año de la corta de la Merlina, afortunadamente, porque pudo haber tenido peores consecuencias. Pero la siguiente, sólo un año más tarde, en 1796, fue una de las mayores que se recuerdan superando a todas las anteriores conocidas. La detallamos a continuación.
E14. "Vista de Sevilla desde Triana", Pedro Tortolero, 1766. El Puente de Barcas del Castillo de San Jorge al Arenal.
La avenida del 28 de diciembre de 1796, la mayor conocida hasta entonces, de las que estamos tratando posteriores al siglo XV, empezó con la crecida del Guadaira y se continuó con la gran avenida del Guadalquivir, que arrasó el islote del río de los antiguos grabados frente a la Cartuja, o lo que quedaba de él tras la crecida de 1792. El material arrastrado es posible que contribuyera a la obstrucción de la curva de los Gordales.
La crecida confirmó el peor de los pronósticos, porque las autoridades confiaban que el agua no podría llegar nunca a la ciudad tras las obras realizadas en la Merlina y el refuerzo de los malecones del norte, pero el agua los rebasó y llegó más lejos que nunca. El Tagarete también creció y hubo que reforzar a la deseperada los husillos y muchas de las puertas de la ciudad, que desvencijadas hacían agua por todos lados.
Seguramente, esta crecida pudo ser la causante también de acortar el recorrido del río entre la Algaba y Sevilla*, salvando de forma natural el meandro que limitaba la Isla de Quijano (P6), una de las primeras cortas artificiales que estaban planificadas y que no fue necesario realizar (Corta de la Mercadera proyectada en 1746).
En los primeros meses de 1800 ocurrieron varias inundaciones, pero por lo que será recordado este año, es por otra gran epidemia, esta vez en agosto y por la peste amarilla. Como colofón de siglo la población quedó nuevamente muy mermada, esta vez con una estimación del 20%.
* F. Borja Barrera. Evolución de la llanura aluvial del bajo Guadalquivir durante el Holoceno medio-superior. Geoarqueología y reconstrucción paleogeográfica de la vega de Itálica
P6. Meandro de la Isla de Quijano. Representación esquemática de los ríos del entorno de Sevilla y el cauce del Guadalquivir en el siglo XVIII. En rojo, el antiguo meandro que limitaba la Isla de Quijano, librado naturalmente tras la avenida de 1796.
- Siglo XIX:
Sigue creciendo el número de avenidas, y en el último cuarto del siglo tienen lugar las tres mayores conocidas por la ciudad. Se creó una red telegráfica de alerta de los niveles del río, y mejoraron la organización, actuación y prevención de los efectos de las inundaciones.
Primera mitad del siglo XIX:
Por orden cronológico: 1802-03, 1804 (7,3m), 1805, 1806, 1810 a 1815, 1816, 1821, 1823 (8,7m), 1829, 1830, 1831, 1832, 1834, 1835, 1838, 1839, 1840-41, 1843, 1844-45, 1846.
En 1804 el río se desbordó en cuatro ocasiones, sobrepasando los 7m en marzo, con la compañía del Guadaira y nuevamente los problemas de escasez y hambruna posterior. En 1805, al Guadalquivir y el Guadaira se les unió el Tagarete y enormes vendavales y destrozos. De 1810 a 1816, el río ocupó discretamente la ciudad todos los años. El 4 de enero de 1823 sucedió la mayor crecida hasta esa fecha, y el 2 de febrero el agua alcanzó su mayor altura (8,7m), superando a la avenida extraordinaria de 1796, con consecuencias desastrosas. En 1829 se repitieron cinco crecidas y en 1831 otras cuatro. La de 1830 fue importante, pero dependiente del Guadaira. De 1832 a 1846, también fueron numerosas y ocuparon la ciudad contenidamente. En 1838, en medio de la precariedad por las continuas inundaciones, una multitud de jornaleros de la región que pedían trabajo, se quedaron atrapados en la ciudad sitiada por el agua, increpando a un maltrecho Consistorio sin fondos, ni disposición de monasterios por las desamortizaciones.
E15. Triana, inundación de 1892, grabado.
Segunda mitad del siglo XIX:
Ya con más información y control de la magnitud.
Por orden cronológico: 1852, 1853, 1855, 1856, 1858, 1860, 1861-62, 1865, 1869, 1871-72, 1876, 1877, 1879, 1881, 1885, 1886, 1887, 1888, 1891, 1892, 1895, 1897.
- Inundaciones superiores a 7 metros sobre el nivel cero del río en: 1856 (8,6m), 1860 (8,68m) 1876 (8,73m), 1877 (8,19m), 1881 (9m), 1885 (7m), 1887 (8,37m), 1888 (8,46m), 1892 (9,31m), 1895 (7,9m), 1897 (8,4m).
- De 5 a 7m, muy graves, fueron por ejemplo las de: 1858, 1861-62, 1869, 1886, 1891.
- De 4 a 5m y las consideradas bujarretes o de un caudal inferior a 3.000m3/s, fueron numerosas, un ejemplo, 1852, 1853, 1855, que duró 25 días con las casas anegadas, 1865, 1871-72, 1879.
Tras una serie de repetidas inundaciones, de las que fueron muy importantes las de 1856 y 1860, se sucedieron varios brotes epidémicos de cólera con miles de víctimas.
Pero las consecuencias de las siguientes fueron mayores. Sin grandes diferencias entre ellas en cuanto a su gran magnitud, la del 8 de diciembre de 1876 fue la mayor avenida hasta esa fecha, alcanzando el agua una altura de 8,7m, y antes de acabar el siglo fue superada por la del 9 de abril de 1881 con 9m, y la del 10 de marzo de 1892 que alcanzó los 9,3m, la mayor de las que se tienen datos. Y las tres tuvieron lugar tras el discutido derribo del recinto amurallado, sobrepasando las contenciones previstas. Sin entrar en la pérdida que supuso para la ciudad, no parece que fuera el mejor momento para derribarla*, como ya se comentó en el primer apartado.
En la de 1876, tras cuatro años de sequía, a pesar de las medidas de contención realizadas con las vías ferroviarias del norte, que nuevamente se pensó que serían inexpugnables, el agua abrió una brecha en las contenciones y llegó libremente a lugares a los que nunca antes había llegado, ocupando rápidamente 2/3 de la ciudad, con 70 víctimas mortales, y pudo haber sido todavía más catastrófica. Algunos que la vivieron, pensaron que estaban asistiendo al temido desastre en el que la ciudad quedaría finalmente sumergida en su río tras siglos de resistencia, se vivió una noche de angustiosa incertidumbre en espera de lo peor *.
Las de 1881 y 1898, con muchas imágenes ya disponibles de esta última, fueron similares y dejaron también Sevilla incomunicada durante varios días. Aunque sabemos que en 1881 hubo 18 fallecidos, no hemos encontrado estos datos de 1898, pero fue de mayor envergadura con la participación del Tamarguillo, que superó también sus contenciones. Las dos afectaron el casco histórico y todos los arrabales, y especialmente a Triana.
Intercaladas con las anteriores, también fueron muy importantes, superando los 8m, las de 1877, 1887 y 1888. En 1895, se sucedieron seis inundaciones, y una de ellas fue también muy considerable (7,9m), pero inferior a la que se volvió a vivir en 1897 antes de acabar el siglo (8,4m).
En 1895 el río creció 6 veces, y los arrabales sufrieron inundaciones de enero a marzo, en octubre y en noviembre.
* D. Francisco de Borja Palomo y Rubio (1822-1898), catedrático de Derecho y miembro de la Academia de Historia de Sevilla, en su libro "Memoria histórico crítica sobre las riadas, ó grandes avenidas del Guadalquivir en Sevilla, desde principios del siglo XV hasta nuestros días", recopiló las fechas de las grandes avenidas en Sevilla, tras una laboriosa búsqueda en los archivos de la ciudad y su propia experiencia en el siglo XIX. Lo publicó en el periódico sevillano El Español entre 1876 y 1877, como crítica al derribo de la muralla. Ampliado por el autor y reeditado en 1878.
E16. El Puente de Triana en 1912.
- Siglo XX:
En este siglo tuvo lugar la obra más importante de defensa de la ciudad, con los grandes cambios en el cauce del río más próximo a Sevilla.
En la primera mitad del siglo XX, las crecidas todavía fueron frecuentes y algunas de gran magnitud, pero en la segunda mitad, además del avance de la obra hidráulica, la incidencia de las crecidas descendió en número e intensidad. Aunque todavía tuvieron lugar algunas inundaciones con cuantiosas pérdidas, finalizaría el mayor ciclo de avenidas del Guadalquivir que ha conocido la ciudad en los últimos siglos.
Primera mitad del siglo XX:
Cronológicamente: 1901, 1902, 1904, 1910-11, 1912, 1913, 1915, 1916, 1917, 1918-19, 1924, 1925, 1926, 1927, 1928, 1934, 1936, 1937, 1939, 1940, 1941, 1947, 1948 (Tamarguillo).
Superiores a 7 metros: 1902 (7,16), 1912 (7,9m), 1916 (7,29m), 1917 (8,8m), 1924 (7,43), 1925 (7,78), 1926 (7,95m), 1936 (7,4m), 1940 (7,2m), 1947 (7,2m).
De 5 a 7m, muy graves, fueron por ejemplo las de 1915, 1927, 1937, 1939, o 1941.
De 4 a 5m y bujarretes, numerosas, por ejemplo las de 1901, 1904, 1910-11, 1913, 1918-19, 1928, o 1934.
En
1917 ocurrió la mayor avenida del siglo XX de 8,8m, con la participación del Guadaira, que derribó el puente de acceso de Sevilla a Dos Hermanas, dejando a esta última
incomunicada, y grandes pérdidas en el puerto, Triana y las fábricas de los arrabales. Las de 1912 y 1926 también fueron muy importantes, rondando los 8m. La del 29 de marzo de 1924, motivó el
derribo del puente de La Algaba con el fallecimiento de 15 personas, con un nuevo derribo en 1926. La gran avenida de 1926 y la sucesión de inundaciones anuales de 1924 a
1928, hizo saltar las alarmas ante la proximidad de la Exposición de 1929. En 1926 se inauguró la Corta de Tablada, y se tenía la esperanza de controlar las inundaciones, pero
las repetitivas riadas no daban esa impresión. Realmente se había mejorado la evacuación del agua evitando la obstruida curva de los Gordales.
Aunque las inundaciones de 1936 y 1940 son similares a la de 1947, superando los 7m, pero esta última es la más conocida por su documentación gráfica. En 1948 hubo otra importante muy recordada, pero motivada por el Tamarguillo, en el año que se inauguró la corta de la Vega de Triana.
E17. El puente de San Telmo en 1947
Segunda mitad del siglo XX:
1961 (Tamarguillo), 1963 (6.700m3/s), 1996 (3.810m3/s), 1997 (3.234m3/s), 2010 (3.174m3/s, 4,98m).
En esta segunda mitad de siglo, el número de crecidas disminuyó y con la constitución de la Dársena en 1951 la protección era mayor. Pero todavía hay que señalar por su importancia las inundaciones de 1961 y 1963.
La de 1961 no fue motivada por el Guadalquivir, esta vez la causó la rotura de un dique de contención del encauzado Tamarguillo, provocando graves destrozos, con 125.000 afectados, más de 30.000 personas sin hogar y 4 fallecidos (E18). Es la crecida tristemente recordada de la Operación Clavel, una caravana de vehículos con ayuda solidaria radiada por Bobby Deglané, que acabó de forma catastrófica al estrellarse una avioneta que seguía la comitiva sobre el público que acudió a recibirla, con 20 víctimas mortales y una centena de heridos. En 1962 el Tamarguillo volvió a crecer, afortunadamente no afectó a la ciudad, y se aceleraron las obras del nuevo encauzamiento.
Los temporales de lluvia de 1963 provocaron graves inundaciones en toda Andalucía, con fallecidos en Alcalá de Guadaira, a 16km de la capital. El nuevo cauce del Tamarguillo aguantó la crecida, y con la Corta de la Vega de Triana y la Dársena ya operativas, las inundaciones en el casco urbano fueron contenidas y por reflujo de algunos husillos. Sí hubo más problemas en la Vega de Triana, Camas y San Juan. Según la prensa, se alcanzaron 6.000m3/s y unos 7,5m de altura del agua en el Patrocinio, que en otros tiempos habría provocado graves inundaciones. Pero, unos años después de esta crecida, se detectó un gran socavón en las contenciones de San Jerónimo, el riego volvía a estar presente.
Finalmente, en 1982 se concluyó la Corta de la Cartuja, que apartó por completo de la ciudad el cauce vivo del Guadalquivir. El brazo de San Jerónimo se incorporó después a la Dársena y hasta el momento no hemos vuelto a tener inundaciones de interés en el casco urbano, pero tampoco hemos padecido más avenidas extraordinarias.
E18. Rotura del dique de contención del encauzamiento del Tamarguillo en noviembre de 1961, y su reparación por el ejército.
Es frecuente, una constante en la historia de la ciudad, que tras obras en el cauce o períodos secos con escasa lluvia, se piense que todo está controlado y se relaje la alerta de la población y de los gobernantes, que se suele traducir en expansión urbanística en la vega de inundación, hasta que de forma inesperada llegaba la siguiente gran avenida, siempre llegó. La impresionante obra hidráulica de defensa de la ciudad*, se ha ido perfeccionando con la experiencia de múltiples catástrofes, el río encontró siempre su camino y terminó imponiéndose.
Aunque la situación claramente ha mejorado, ahora nos encontramos en un período de baja incidencia de crecidas y no hay que bajar la guardia, tenemos que tener siempre presente lo vivido.
* Para conocer las grandes obras en el cauce del Guadalquivir, ver la página "Obra hidráulica de defensa"
E19. Crecida de 1912 y visita de Alfonso XIII, en la imagen en el Prado de San Sebastián anegado.
Mapa del Sitio y otros accesos a pie de página